¡Que te jodan!
Don’t let yourself get attached to anything you are not willing to walk out on in 30 seconds flat if you feel the heat around the corner. Neil McCauley.
Stanley Kubrick compró mansión en la campiña inglesa. El director buscaba un lugar tranquilo, alejado de productores, en el que controlar cada fotograma (literalmente) de sus películas. La mala experiencia en Espartaco, rodaje en el que no tuvo poder de decisión, sería determinante. The final cut, la última palabra, la cláusula que negociaría. No ganaba dinero (su socio Harris le cubría gastos) pero mantenía el control de la película. Kubrick, como todos los genios, era un perfeccionista. Blindó desde Childwickbury su posición de independencia, supervisando cada palabra del guión, protegiéndose de los intereses de terceros. Él y solo él decidía cuándo la cinta estaba lista, en un proceso de montaje que podía alargarse años. No delegar hace la tarea ineficiente. No delegar es la marca de todo producto excelente. Encargarte tú mismo de las distintas fases, con el foco en los pequeños detalles, marca la diferencia en un mundo hiperespecializado. No intentes explicárselo a un consultor de McKinsey.
Pelea a diario por tu visión creativa. La libertad puede verse comprometida por escasez o por exceso de dinero. Artistas millonarios esclavos del sistema, temerosos de perder sus ridículos privilegios. Kubrick, persona inteligente, no quiso la fama, hubiera hecho lo mismo percibiendo el salario mínimo. El dinero era solo el medio, con el que dar forma a sus sueños. Para los directores, y también para los buenos empresarios, el beneficio no es objetivo sino consecuencia. Le preguntaron cuál sería su próximo proyecto y respondió que esperaba encontrar pronto una historia. En su rústica fortaleza, lejos del bullicio, la buscaría leyendo cuentos. Desde la ciencia ficción (La naranja mecánica) hasta las novelas románticas (Relato soñado), pasando por la literatura bélica (Senderos de gloria). Kubrick leía de forma alegre y persistente, en la búsqueda despreocupada de una idea, nunca comprometiéndose con una fecha. Enfoque válido en el diseño de carrera. Tu mejor inversión es comprarte tiempo.
Los archivos de Stanley Kubrick.
Yo en realidad no busco material cinematográfico. Leo muchos libros y, en un momento dado, me entra un deseo irresistible de hacer una película a partir de un tema determinado. Un escritor serio es alguien que escribe cuando hay algo que realmente le obsesiona.
La torre de Montaigne
¿Cómo ser uno mismo?
Michel de Montaigne, el más libre de los hombres, escribió Los ensayos desconociendo quién era. En compañía de los clásicos, inseparables compañeros, buscaría la respuesta. «Mi tarea consiste en dar forma a mi vida. Es mi único oficio, mi única vocación». Cultivó la consciencia, lugar en el que hallar refugio en la tormenta, y forjó un pensamiento independiente, sin contradicciones internas. Aunque ya era dueño de un castillo, levantó en él una torre, sitio en el que trabajaría infatigablemente, sin distracciones familiares ni interferencias políticas. Montaigne, que no era monje de clausura, seguiría los ritos sociales pero organizaría esos encuentros, como Thoreau en Walden, a su manera. En la moderación, palabra que mejor le define, encontraría la virtud. El dinero en manos del necio genera infelicidad y el gentilhombre, que vivió de pequeño en una humilde finca campesina, supo disfrutar del lujo en su justa medida. En el campo comprendió que todos, ricos y pobres, comparten similar experiencia, con sus alegrías y sus penas, y que el carácter, la valentía, determina la suerte. Nunca temió la soledad y esperó paciente el momento.
Kubrick adquirió una mansión victoriana y Montaigne heredó título y château, pero las reglas han cambiado en esta economía descentralizada, ya no necesitas poseer el ladrillo, tú puedes ser libre en un Airbnb caribeño, con flujo de caja positivo. Desarrollar una habilidad, dominar los instintos y ser propietario de tu tiempo. El momento preciso queda fuera de control. Espéralo sentado a la sombra del cocotero.
John Goodman y el búnker financiero.
Si estás arriba con dos millones y medio cualquier capullo en el mundo sabe qué hacer. Te compras una casa con un tejado de 25 años, un indestructible utilitario japonés y metes el resto al 5 por ciento para pagar tus impuestos. Y ahí tienes tu base, ¿lo pillas? Esa es tu fortaleza de la puta soledad. Esto te pone para el resto de tu vida al nivel ‘que te jodan’. ¿Que alguien quiere que hagas algo? «Que te jodan». ¿Que tu jefe te cabrea? «Que te jodan». Sé el dueño de tu casa. Guarda algo de dinero en el banco. No bebas. Eso es todo lo que tengo que decir a cualquier persona de cualquier nivel social. ¿Tu abuelo tomó riesgos? Puedo garantizarte que lo hizo desde una posición ‘que te jodan’. La vida de un hombre sabio se basa en el ‘que te jodan’. Los Estados Unidos se basaron en el ‘que te jodan’. ¿Eres un rey? ¿Tienes un ejército? ¿La mejor marina de la historia? «¡Que te jodan, chúpamela!»
Las buenas oportunidades no ocurren con frecuencia. Primero identificarlas y luego aprovecharlas. Dos problemas independientes. Leer mucho (incorporando referencias) y esperar alerta. La estrategia, frente a los niños perfectos, consiste en garantizarte libertad de movimientos, para ir con todo y contra todo cuando la oportunidad se presente. «Wait for the next big thing». Steve Jobs, consciente que no controlaba los tiempos, prefirió darse estabilidad, sobreviviendo recortando costes, para tener una opción cuando llegase el momento. Lanzaría el iPod en 2001. No es fácil quedarse quieto, en un entorno que exige opinión a los 5 minutos del evento. Mantén la propiedad de la firma o corres el riesgo de ser despedido. Michael Burry en The big short, no importa que tengas razón si no puedes cubrir la apuesta. Yo escribiría durante años sin apenas ingresos. Todo lo que podía hacer era insistir, conocedor que el interés compuesto lo era todo en este juego. Sigo hoy haciéndolo. Schopenhauer llamaría «vulgar ladrón» a la persona que, poseyendo un don, decidiera no trabajarlo. El sacrificio es real. No me independicé a los 21, como sí hicieron mis compañeros, y gané algo de tiempo. El día en el que llegue al millón mandaré un DM al hijo de puta que me llamó ‘casapadres’ en 2013. Tengo el tuit guardado. El odio es mi combustible.
Rentabilidad ramen
Paul Graham, el inversor californiano, recomienda a sus participadas una posición de rentabilidad ramen, manteniendo costes bajos. Darte un año extra, cenando fideos, para lanzar el mayor número de intentos. El fondo de reserva es la ciudadela que proteger, levanta la muralla con disciplina germana. La libertad financiera, en empresas y particulares, no es una cuestión de ingresos sino de gastos. A un mes de la quiebra, a pesar de los 50.000 anuales. El líquido marca la frontera entre explorar el mundo o recibir órdenes de un pringado. La felicidad es negativa: duermes tranquilo si puedes permitirte el ‘no’. A tu jefe, a tu pareja o a la sociedad. Quieres la opción, aunque no la ejecutes, de mandarles a freír espárragos. Nunca muestres necesidad, gestiona la negociación con una dosis de ambigüedad. Equípate antes de sentarte en la mesa con una segunda oferta, real o ficticia. La carta del perro loco, teoría de juegos con Schelling. Deja claro que responderás irracionalmente y empezaré a respetarte.
El ejecutivo es el mayor desgraciado, ese pobre diablo que, construyendo una imagen pública, nunca baja la guardia. ¿Conduces un Audi a crédito? Me compadezco de tus inseguridades. El nuevo rico participa en extraños rituales sociales, quemando dinero en marcas parisinas para así decir que ha llegado. Asiste por compromiso a horribles cenas de aniversario, con somníferas conversaciones, en las que nadie dice lo que piensa para no dañar una reputación nula. Le invitan a una media de 7 bodas por año, no porque tenga muchos amigos, sino porque los ricos quieren fiestas con muchos invitados. Cubrir el cubierto, el pizzo de los pijos. Ni se le pasa por la cabeza buscar excusa, repetirá la secuencia casándose por encima de sus posibilidades. Luna de miel en un resort tropical sin personalidad. El verdadero lujo es Formentera en mayo. No bajará ya el ritmo, más teme la caída cuanto más sube en el organigrama. No le deseo esa vida ni a mi peor enemigo. Las élites siguen considerándole un paleto endeudado.
El dinero compra tranquilidad. Indicador correlacionado con la felicidad. La gente se lo gasta creyendo disfrutarlo, pero cuanto más se disfruta es dejándolo en el banco. El consumismo te hace dependiente, eternamente insatisfecho, de la novedad constante. Los bienes materiales y su depreciación instantánea. La trampa del asalariado es la falta de liquidez, la oportunidad le llega atado a la hipoteca. Construye, con tus propias manos, una cabaña en el bosque. Lanza desde allí la ofensiva total. El día que molestes intentarán comprarte. Primero con elogios y después con favores. Te llamará el emisario ofreciéndote un contrato. Debes entonces subir la apuesta. «Màrius, puedes chuparme los huevos». La libertad (decir que no) sabe mejor que una cena en Via Veneto. Solo con ahorro te ganarás tu independencia. La revolución del bitcoin es la soberanía individual, por primera vez en la historia, por encima de monarquías absolutistas y democracias liberales. No lo toques. No lo mires. No lo gastes.
Guárdalo en lugar seguro y serás incancelable.
Joan Tubau — Cardinal