El momento preciso
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya. Antonio Machado.
«Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya; porque la vida es larga y el arte es un juguete». Los versos de Machado destapan el valioso secreto: no compitas, no pelees, no tengas prisa en demostrar tu talento. Lo que tenga que ser, será—si sabes esperar el momento. La oportunidad es caprichosa, no aceleres el flujo de los acontecimientos. La urgencia, la desesperación, ahuyentan al potencial pretendiente. Todo a su debido tiempo. No luches contra tu voluntad, ridículo cuestionar el destino, más pronto que tarde terminarás rindiéndote. Acepta quién eres (el mayor reto) y esté alerta, trabajando con determinación, en la búsqueda de una señal. No te esfuerces en llegar primero, esfuérzate en darte posición desde la que observar el juego. Es el mundo quien te empuja, cuando te encuentras en el lugar correcto. Saber esperar, incluso, para recibir el merecido reconocimiento. Schopenhauer, consciente de la grandeza de su obra, alcanzó el éxito comercial a la edad de 70 años. «El Nilo ha llegado a El Cairo».
Espera paciente tu momento.
Nunca nades contracorriente.
La reflexión de Montaigne, que Taleb copiaría en Incerto, es que la procrastinación te informa de tus verdaderas preferencias. Dirígete hacia aquello que esté hoy distrayéndote. La distracción como brújula de carrera. ¿Qué habilidad quieres desarrollar? Aquella que satisfaga al yo interno. El futuro sigue una función convexa, obtienes nueva información por cada segundo que esperas. El intrépido aventurero no teme el árido desierto, consciente que el tiempo corre a su favor, persiguiendo las genuinas motivaciones desinteresadamente. Aprende a procrastinar y alcanzarás la categoría de maestro. El fotógrafo Robert Doisneau escribía que «si te quedas allí donde estás, tarde o temprano la gente vendrá a ti». Solo consigue la fotografía quien está dispuesto a sufrir por ella. Un compromiso irracional y, por eso, efectivo. Mensaje no contradictorio con el post de Schwarzenegger: el artesano ama su labor, feliz en la tarea presente. Pierde el tiempo suficiente y será revelada la oportunidad secreta.
El bullshit detector de Nassim Nicholas Taleb:
Pocos entienden que la procrastinación es una defensa natural consistente en dejar que las cosas sigan su curso y ejerzan su antifragilidad. Surge de una sabiduría ecológica y no siempre es mala: en el plano existencial, es mi cuerpo que se revela al verse atrapado; es mi alma que se opone al lecho de Procusto de la modernidad. De acuerdo, en el mundo moderno mi declaración de renta no se hará sola, pero cuando aplazo una visita al médico por algo que no es vital o si retraso la redacción de un pasaje hasta que el cuerpo me diga que estoy preparado, puede que esté usando un filtro natural muy potente. Solo escribo sobre lo que me apetece y cuando me apetece; y es que el lector no es tonto. Los psicólogos y economistas que estudian «la irracionalidad» no se dan cuenta de que quizá el ser humano solo tenga el instinto de procrastinar cuando no hay peligro para la vida. Yo no procrastinaré si veo entrar un león en mi dormitorio. Y tampoco lo haré después de una herida grave. Pero sí que lo hago con procedimientos y deberes que no son naturales.
Tao Te Ching
En la sabiduría oriental, la de Lao-Tse, el hombre fluye en libertad, hasta encontrar su lugar en la Tierra.
No te fijes metas arbitrarias, contrarias a tu naturaleza. No intentes ser productivo, los hábitos atómicos te están jodiendo la vida, estás optimizando el problema incorrecto. ¿Compromisos ineludibles? ¡Obligaciones autoimpuestos! Te levantas con una larga lista de tareas pero, como decía Tversky, dejas pasar una hora y rápido entiendes que nada es urgente. Desconfía del ejecutivo que presuma de agenda apretada. Ir a sitios, hacer cosas y quedar con gente, señal que la pareja no atraviesa un buen momento. Perder la mañana en la cama es plan imbatible. No llevaron bien el año de pandemia, sin pretenciosos festivales, la felicidad postiza en redes. Decía Thomas Bernhard que los sábados por la tarde son el peor momento de la clase media. La falta de propósito les lleva a limpiar trasteros, reorganizar estanterías y pintar paredes. Harán cualquier cosa con el fin de no quedarse quietos. El tiempo es su enemigo, porque el tiempo obliga a pensar, en las pequeñas cobardías y en la vida no vivida. Hay quien decide solucionarlo con un niño. Se asegura así ocupar todas las horas del día, en los retos que un proceso de crianza presenta. Para luego, cuando crezca, llenarle también la agenda.
Realiza trabajos inútiles y placenteros.
No necesitas una razón para perder el tiempo.
En la sociedad actual toda acción tiene una finalidad, a todo se le calcula su beneficio. Incluso andando, la actividad más natural, sienten la necesidad de aprovechar el tiempo. Y escuchan entonces un podcast de Ferriss. ¿Por qué no probarlo sin AirPods? La ficción, en todas sus modalidades, te ayuda a entender los conflictos internos. Invierte 100 horas en Mad Men y comprende el origen de tus problemas. Los Cowboys de medianoche, sin una utilidad clara, comparten sus impagables vivencias. ¿Mi mayor acierto? Cambiar los libros de economía por la novelas. Los americanos, pueblo fascinante, han producido la literatura más abyecta. Solo ellos podían leer los clásicos en busca de un motivo. Abre el Quijote porque te apetece vivir una aventura en la Mancha. Luego, quizá, saques de allí una ventaja. Nunca inviertas la secuencia.
Mediterráneo moral es alargar la sobremesa. Una vez desayuné con uno de Wisconsin hasta las 11 de la mañana, tratando temas irrelevantes. Al pobre casi le da un ataque. Los protestantes, antiguos bárbaros, sienten malestar cuando no están siendo productivos. No le preguntes al yankee por la mejor pizza de Nueva York o la mejor interpretación de Joe Pesci en una peli de Scorsese. Te lo buscará en Tripadvisor o Rotten Tomatoes. Que ellos sigan trabajando, en sus proyectos importantes, que nosotros seguiremos perdiendo el tiempo, discutiendo la caída del imperio romano.
Perder una tarde.
Perder una vida.
Esperando el momento preciso.
Joan Tubau — Cardinal