Los consultores
The secret to doing good research is always to be a little underemployed. You waste years by not being able to waste hours. Amos Tversky.
Magome, un pueblecito en los Alpes Japoneses, es el punto de partida de la ruta Nakasendo, antigua vía comercial del período Edo. El trekking (la excursión de toda la vida) transcurre por un centenario camino de piedras que atraviesa un bucólico bosque de cedros. El paseo cuenta, además, con el incentivo de los osos, que ahuyentaremos haciendo sonar una campana—mecanismo que tiene su gracia, siempre que no aparezca el animal. Cuando anochece, el ryokan Motomiya espera al viajero. Los ryokan, antiguas hosterías, ofrecen una estancia confortante, con aguas termales y buena gastronomía. La afable Keiko, la señora de la casa, es una excelente cocinera.
La cena estaba lista. Todo era paz y tranquilidad. Hasta que llegaron los consultores.
En este post criticaré la mentalidad del consultor. No me estoy refiriendo a esos compañeros de cena, la pareja afincada en Dubai con la que compartimos mesa, sino al genérico, la clase social que maximiza el número de experiencias. Los consultores, no necesariamente trabajadores de una consultora, son personas que buscan la eficiencia en todas sus acciones. Un patrón de conducta estúpido, por antinatural, que identificaremos en la actitud de esa pareja.
Cometí el error de iniciar conversación. Highlights de su viaje:
Cima del monte Fuji. (Con niebla.)
Omakase turista. (30.000 yenes por pescado congelado.)
Maid café y karaoke. (Lost in translation wannabes.)
Salto en paracaídas. (Tradición del período Edo.)
Tour de Tokio en kart. (Disfrazados de Super Mario.)
La mañana siguiente volaban a Bali para descansar [de hacer el imbécil] unos días.
No era casualidad que ambos trabajaran en consultoría. Optimizaron Japón como si de otro proyecto empresarial se tratara. ¿Hicieron PowerPoint de las vacaciones? El turista acomplejado, preocupado por el número de chinchetas en su mapamundi, decide itinerario con el vídeo ‘114 Crazy Things to Do in Osaka’.
La experiencia es un fin. Quiere ir para decir que ha ido.
Tengo un amigo que para demostrar que vivía al máximo se tatuó 'YOLO' en el gemelo. Recibió solo 15 likes y ahora está deprimido.
El consultor busca experiencias auténticas. ¡Le encanta esa palabra! Te dirá que habla con locales, como si fueran salvajes, pero nunca pregunta desde la curiosidad genuina. Sus aprendizajes son el ‘allí son felices con poco’ y otras frívolas reflexiones. A la hora de escoger restaurante confía en las reviews de TripAdvisor. «Oh, un 4,7 estrellas», exclama con admiración. Ante la escasez de amigos prioriza la opinión de desconocidos. Tampoco comerá tranquilo, su spreadsheet indica que a las cinco cierra el museo. No entiende que toda ciudad exige sus tempos. Es un proceso, son rutinas. Desde una terraza, viendo pasar la tarde, se destapar los secretos. Es a partir del séptimo día que ocurren las cosas. Tenemos que aprender a ser pacientes.
Consultores en cuarentena
Hoy, en plena crisis del coronavirus, los consultores utilizan las redes para mostrar su productividad, el multitasking como seña de identidad, te responden un correo haciendo crossfit. Comparten, todos, el mismo perfil vacío: sin novelas en las estanterías, no dedican un minuto a tareas improductivas, leen el resumen del libro de Cialdini, llegan tarde a la reunión que han fijado, nunca hacen bromas, todo cometido es importante, escuchan el podcast de Ferriss x 1,5 (aumentando en un 50% su productividad) y lo anotan en un Excel. A los consultores les encanta medir objetivos.
Los consultores pierden su identidad en la competición, o peor, la definen en ella.
No presumas de eficiencia en un entorno cambiante. Quizá estás resolviendo la ecuación incorrecta. Los consultores suelen maximizar allí donde no es necesario.
Que esta crisis sirva para reorganizar prioridades.
Regálate tiempo de desconexión, para andar por el bosque, visitar un museo o escribir en una hoja en blanco. Vive una vida honesta, desde la simplicidad, siguiendo tus preferencias originales. Unas preferencias que, entre humanos, no siempre serán claras. Imprescindible, por esta precisa razón, frenar de vez en cuando y cuestionarlas. Los americanos utilizan el verbo ‘to tinker’ para describir la acción de trabajar sin un plan, experimentando, de forma inconexa, probando piezas, disfrutando del proceso, como haría un niño. La sociedad moderna te empuja a vivir la vida con intensidad, programando al segundo cada acción. No pierdas tu valioso tiempo en una agenda intranscendente. Acepta que no llegas, cancela lo prescindible y cómprate un LEGO.
Joan Tubau — Cardinal
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Viñeta: Bob Mankoff