Información imperfecta
¿Se esconde Osama Bin Laden en un fortín en la ciudad pakistaní de Abbottabad? La CIA tenía informes sólidos, pero no concluyentes, que el terrorista podía estar allí. Después de los errores de inteligencia en la guerra de Irak, en el Pentágono se estudiaban las decisiones utilizando un rango de probabilidades. Con Bin Laden, eran dos las opciones: o estaba o no estaba. Así que, cuando los expertos presentaron la misión al presidente Barack Obama, con toda la información sobre la mesa, dieron su propio porcentaje. Un analista ofreció un 90%. Otro un 40%. Panetta, el entonces director de la agencia, dijo que 65%. Obama concluyó bromeando: «esto está fifty-fifty».
Dice Kahneman que nadie toma una decisión basándose en un número. La gente quiere una historia. Los datos se ajustan a la narrativa ya construida. En una discusión política, no es frecuente cambiar de opinión, antes buscarás nuevos números. La falacia narrativa, en la conducta de rebaño, está incorporada en tu ADN. En el entorno primitivo, demasiadas contradicciones podían matarte. La evolución no premió la búsqueda de la verdad, ni tampoco el pensamiento crítico, era la coherencia, con tus propias acciones y con las acciones del grupo, el atributo que garantizaba tu supervivencia. Tu mente prioriza hoy la visión colectiva, con respuestas simples a problemas complejos. Es por esa razón ancestral, que hoy confiamos en arrogantes modelos geopolíticos, una voluntad religiosa de controlar un futuro impredecible.
Ante la disyuntiva de si atacar o no el complejo de Abbottabad, un racionalista abogaría por realizar el análisis coste-beneficio. Y así obtener otro porcentaje. Kahneman cuestionaría ese enfoque, conocedor que él dejaría de buscar información una vez estuviera satisfecho, no con el método, sino con la conclusión alcanzada. En un mundo sin probabilidades definidas y, por tanto, con números manipulables, todo análisis se ajustará a la voluntad del subconsciente. Es simple testearlo: cuando dejas de recoger datos significa que estás satisfecho con la opción elegida. Si sigues buscando significa que prefieres la alternativa contraria. Esta hipótesis freudiana destaparía la preferencia original. Para bien o para mal, somos decisores emocionales.
Los humanos deseamos, inconscientemente, la estabilidad. Incluso a través del lenguaje.
La incertidumbre puede ser buena o puede ser mala pero, cuando hablamos de resultados inciertos, utilizaremos la palabra riesgo, con connotación negativa—nadie dice que tiene el riesgo de ganar la lotería. La exposición a eventos inciertos (¡que pasen cosas!) sigue siendo tu mejor movimiento, aunque no sepamos cómo expresarlo. No existe una palabra que describa un riesgo positivo. Quizá la tienen los alemanes.
Exposición positiva
Tomas decisiones en condiciones de información imperfecta.
No juzgues el resultado. Solo analiza el proceso.
Las apuestas no siempre salen como uno esperaba.
El 0 de la ruleta garantiza la ganancia de la banca.
Todo lo que necesitas es un porcentaje favorable.
Un 51% puede ser suficiente. En el circuito ATP, la diferencia entre el número 1 del mundo, Novak Djokovic, y el número 100, Salvatore Caruso, es marginal, apenas 10 puntos por partido. Pero, contra un rival inferior, Djokovic siempre se lleva los juegos clave. Todos los profesionales poseen una derecha ganadora y un revés potente. La cabeza es el diferencial entre los buenos jugadores y los grandes campeones. El serbio nunca baja los brazos, compite con la mentalidad del guerrero. En tu carrera no habrá porcentajes pero sí sensaciones. Cuando estés por encima, deberías sentir la probabilidad favorable. Y cuando atravieses una mala racha, en el tenis o en la vida, recuerda que sigues siendo el favorito. Juega la siguiente bola. Tú sigue peleando.
Algunos factores escapan de tu control pero, cuando la esperanza es positiva, confía en el largo plazo. El error es creer que el éxito llega en un concurso en prime time, de la noche a la mañana. El éxito son las pequeñas decisiones. Todo talento natural exige décadas de trabajo. La estrategia consiste en desarrollar una habilidad e insistir, día sí, día también, hasta alcanzar un porcentaje favorable. Nadie te garantiza que lo consigas. El éxito es también tu tolerancia a las pérdidas. Y, después de vivir aislado en un incomprendido objetivo, abrir un día la cuenta corriente y darte cuenta que eres millonario. Este es el truco: solo llegas si tu obsesión es el proceso, no el resultado.
Joan Tubau — Cardinal
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Imagen: Zero Dark Thirty | Jonathan Olley | Columbia Pictures