Aforismos sobre el arte de vivir. El libro que debería leer todo universitario. El maestro Schopenhauer enseña, a jóvenes y adultos, lo importante de la vida. Cada uno debe, pues, arreglárselas solo y hacer todo por sí mismo. Cuanto más lo logre y más halle, por consiguiente, la fuente de sus placeres en su persona, tanto más feliz será. Con muchísima razón dice, pues, Aristóteles: «la felicidad es de quienes se bastan a sí mismos». Pues todas las fuentes externas de la felicidad y del gozo son, por su propia naturaleza, extremadamente inciertas, defectuosas, pasajeras y dependientes del azar, y pueden, aun en las circunstancias más favorables, extinguirse con facilidad; y esto es hasta cierto punto inevitable, dado que no siempre están disponibles. En la edad avanzada se agotan necesariamente casi todas; entonces nos abandonan el amor, las bromas, los deseos de viajar, la afición a los caballos y la aptitud para asistir a reuniones sociales; incluso amigos y parientes nos son arrebatados por la muerte. Entonces, más que nunca, lo importante es lo que cada uno tiene en sí mismo. Nada, en efecto, resistirá mejor el paso del tiempo. Además, en cada edad de la vida, lo que uno tiene en sí mismo es definitivamente la única fuente de felicidad verdaderamente estable. En el fondo, el mundo no tiene mucho que ofrecernos: está lleno de miseria y dolor, y a quienes logran escapar de estos males los acecha en cada esquina el aburrimiento. Además, por regla general, la maldad y la estupidez son las que dictan la pauta. El destino es cruel, y los hombres, miserables.
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Aforismos sobre el arte de vivir. El libro que debería leer todo universitario. El maestro Schopenhauer enseña, a jóvenes y adultos, lo importante de la vida. Cada uno debe, pues, arreglárselas solo y hacer todo por sí mismo. Cuanto más lo logre y más halle, por consiguiente, la fuente de sus placeres en su persona, tanto más feliz será. Con muchísima razón dice, pues, Aristóteles: «la felicidad es de quienes se bastan a sí mismos». Pues todas las fuentes externas de la felicidad y del gozo son, por su propia naturaleza, extremadamente inciertas, defectuosas, pasajeras y dependientes del azar, y pueden, aun en las circunstancias más favorables, extinguirse con facilidad; y esto es hasta cierto punto inevitable, dado que no siempre están disponibles. En la edad avanzada se agotan necesariamente casi todas; entonces nos abandonan el amor, las bromas, los deseos de viajar, la afición a los caballos y la aptitud para asistir a reuniones sociales; incluso amigos y parientes nos son arrebatados por la muerte. Entonces, más que nunca, lo importante es lo que cada uno tiene en sí mismo. Nada, en efecto, resistirá mejor el paso del tiempo. Además, en cada edad de la vida, lo que uno tiene en sí mismo es definitivamente la única fuente de felicidad verdaderamente estable. En el fondo, el mundo no tiene mucho que ofrecernos: está lleno de miseria y dolor, y a quienes logran escapar de estos males los acecha en cada esquina el aburrimiento. Además, por regla general, la maldad y la estupidez son las que dictan la pauta. El destino es cruel, y los hombres, miserables.