Honne & Tatemae
El hombre no tiene naturaleza. Lo que tiene es historia. José Ortega y Gasset.
Héctor García (@kirai) es probablemente el español que mejor conoce la cultura japonesa. En el libro Un geek en Japón explica los conceptos de Honne y Tatemae.
Honne y Tatemae son dos términos importantes para entender el comportamiento de los japoneses en la sociedad. Honne se podría definir como los deseos, opiniones y verdaderos pensamientos que tiene cada individuo, mientras que Tatemae se refiere a las obligaciones sociales y nuestras opiniones adaptadas conforme al pensamiento de la sociedad en general. El Tatemae se manifiesta cuando las palabras y las intenciones verdaderas no coinciden totalmente. Lo expresado en palabras por el individuo es el Tatemae, y lo que realmente piensa es el Honne. Esto se puede encontrar en todos los países del mundo, lo podríamos denominar algo así como «hipocresía» haciendo una traducción muy bestia. Pero en Japón es algo que se usa a diario y no tiene un sentido negativo, al contrario, está considerado una virtud saber expresar el Tatemae y el Honne en las ocasiones adecuadas. Desde el punto de vista occidental, ocultar la verdad puede estar mal visto. Pero en Japón es muy importante mantener la armonía, por eso no se suelen expresar los pensamientos verdaderos de forma directa por miedo a herir los sentimientos de los demás. Digamos que el Tatemae se usa como lubricante en las relaciones entre personas. El Honne se suele manifestar entre amigos fuera de la empresa. Existe incluso un tipo de fiestas conocidas como nomikai donde los compañeros de trabajo van a charlar, comer y beber a un izagaya. En estas ocasiones se supone que tienes que manifestar tu Honne, hablar sobre tus problemas en el trabajo y la familia para que tus compañeros te ayuden. Es el momento de meterse con el jefe o con el pesado del departamento vecino. Digamos que el alcohol es un elemento muy importante para pasar del modo Tatemae al modo Honne.
Pequeñas vergüenzas
El psicólogo Amos Tversky no necesitaba alcohol para expresar sus verdaderos pensamientos. Así le describe Michael Lewis en el libro Deshaciendo errores.
Aun así, la mayoría de las historias que la gente contaba sobre Amos tenían menos que ver con lo que salía de su boca que con su insólita manera de moverse por el mundo. Seguía el horario de un vampiro. Se acostaba al salir el sol y se despertaba al caer la tarde. Minimizaba las tareas cotidianas que consideraba una pérdida de tiempo. Nunca sabía qué hora era. No importaba. Él vivía en su propia esfera y tú te lo encontrabas allí. No fingía estar interesado en cosas que otros esperaban que le interesaran. Le gustaba la gente. Lo que no le gustaba eran las normas sociales. Amos opinaba que las personas pagaban un precio demasiado alto por evitar las pequeñas vergüenzas, y había decidido que no valía la pena. Con el tiempo, todos los que conocían a Amos se daban cuenta de que aquel hombre tenía un talento preternatural para hacer exactamente lo que quería hacer, y solo eso. «Lo bueno que tienen las cosas urgentes es que si esperas lo suficiente, dejan de ser urgentes». Su viejo amigo Yeshu Kolodny recordaba: yo le decía a Amos «tengo que hacer esto o aquello» y él respondía «no, no tienes que hacerlo». Amos era de una sencillez maravillosa. En todo momento podías inferir de sus acciones lo que le gustaba y lo que no, de manera directa y precisa. Si por algún extraño accidente se encontraba en una reunión de seres humanos que no le interesaba, se volvía invisible. El constante movimiento de sus pupilas daba la impresión de que no estaba escuchando, cuando el problema solía ser que había escuchado demasiado bien.
Las pequeñas vergüenzas, o el mild embarrassment en la versión original de Lewis, es uno de los mecanismos sociales que tenemos en occidente para implementar el Tatemae. No funciona de forma tan estricta como en Japón pero al final del día el resultado es el mismo: uno ya no sigue sus preferencias genuinas, preocupado por la opinión de desconocidos. Para Tversky, el Tatemae era una palabra carente de sentido (¿por qué ajustarte a las expectativas de la sociedad?) y obedecería solo al Honne. Tversky nunca se preocupó por las pequeñas vergüenzas. ¿Por qué deberías tú hacerlo?
Joan Tubau — Cardinal
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